Fuimos parte de la misma historia, compartimos el mismo anhelo, el mismo tiempo, y el mismo lugar. No sé quién era la lacra, pero de que hubo fuego, lo hubo. Amor no, porque nunca pasó a mayores. Dolor tampoco. A esa edad uno es muy feliz. A esa edad sólo compartes juegos y la vida te juega bromas. El destino abre tus piernas, y tiempo después te das cuenta de que te dolió la cogida. Qué bueno que no te das cuenta en el momento, porque daría miedo.
Pasa el tiempo y uno que ha rodado mucho, de repente se encuentra a una persona con la que un amor quedó pendiente. O un beso. O una palabra. ¿Y qué hace?
No que da más que pasar el reporte:
No, no me cuidé tanto (ya fui herida de muerte). No sé si Dios me bendijo todo el tiempo. Creo que hice cosas malas que tú no hiciste, y todo eso me encantó y me hizo la persona que ahora soy. Y no te hagas, que sí te gusta. Y tú a mí.
¿Y ahora?
3 comentarios:
ay cabrón! Pues fluir, qué no?
Las piedras rodando se encuentran y también se pulen y se ponen bien bonitas, perfectas diria yo.
Un abrazo fraterno, y gracias por la visita.
Hay una distancia grande entre las imágenes del cabaret que me desataba el combativo personaje de Sebastián San Vicente o las del tierno W Benjamin y las que me deja la lectura de tus cabareteras notas. Me declaro aficionado a tu perspectiva del día a día, más de una vez le has puesto palabras a las sensaciones con las que me andaba en ese momento. Chido por eso ...
Ah y vientos por la colina que encaminó el rebote de esas piedras!
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