lunes, noviembre 01, 2010

Ser hombre es...


"Ser hombre es querer al hijo de otro, como si fuera tuyo."


¡Aaaaaaay, naniiitaaa!!! Qué frase tan tremenda y dañina.

Ser hombre es… (y cualquier cosa que pretenda completar esta frase, miente.)

Ser hombre es… eso; ser hombre. Y cada hombre es diferente, y cada persona es diferente. Y me siento terrible por tratar de escribir en lenguaje de palitos uno, siendo que yo creería que eso lo sabemos de sobra. Pero después de ver este espectacular en el metro, veo que no.

¿Qué pretende esta publicidad? Tratan de ser originales y se vanaglorian de descubrir el hilo negro y de no recurrir a los estereotipos. Pero, están creando otros.

No nos dicen que un hombre debe ser como El Torito; ni que una mujer debe ser como La Chorreada, pero igual nos dicen cómo deben ser.

Me ofende leer sobre estas series que creen que revelan la existencia de hombres y mujeres “no convencionales” y esperan que les demos las gracias. Como si de por sí no camináramos por la calle millones de hombres y mujeres no convencionales. Quienes, por cierto, no vemos estos programas.

Lamento que las televisoras insistan en ponernos reglas. No sólo de cómo debernos comportarnos por ser hombres o mujeres, sino hasta en las formas de demostrar el amor.

No, no por querer al hijo de otro como si fuera tuyo, eres hombre. No por decir que no necesitas una media naranja, eres mujer.

Eres hombre, o eres mujer, o las dos cosas, o ninguna, porque así lo quieres, lo sientes y lo decides.

La serie también se promociona con estas dos preguntas:

“¿Le importa el tamaño al hombre de verdad?” Digo yo: ¿Hay hombres de mentiras?

“¿Eres muy hombre?” ¿Se puede ser sólo un poquito hombre?

En twitter:

@LordMcDenoc las chicas ven a @lasaparicio y los chicos vemos en el oncetvmexico XY hoy.

(A ver, mis amores. Los niños hagan un nudo y las niñas un moño.)

No he visto la serie y no la veré jamás. No sé si en la pantalla logren en verdad despedazar los estereotipos y sembrar en las mentes ideas brillantes. (No lo creo) Pero con esa publicidad, a mis ojos invalidan cualquier discurso progre que puedan tener.

viernes, octubre 01, 2010

Israel.

Antes de empezar esta entrada, me puse a curiosear por las entradas pasadas, y encuentro mucha muerte platicada en ellas.
La muerte. La famosa puta muerte, que de puta tiene muy poco. Es sólo que en algún lugar se siente rico pronunciar: "muerte puta," e imaginar cómo pronunciaba eso Girondo.

Sigue rondando. Sigue sorprendiendo.

Se llevó a Israel.


Me quedo con su beso en mi cuello y con mucho aprendizaje en mi aparato hablatorio. Con su ayuda invaluable para mi tesis y con varias noches de mucho baile.

Y como siempre pasa, creo, vamos encontrando que palabras que hemos oído y pronunciado en otras ocasiones, hoy se adaptan perfectamente al momento.

Hoy, Israel, me dan ganas de recordarte tus propias palabras. Lo que tú ya sabes y que seguro habrás hecho muy bien:

“Entrego el peso de mi cuerpo al piso, para permitir que mi huella se alargue, se ensanche y se profundice, como si el piso fuera de barro... muy suave...”

Acá está tu huella, queridísimo Israel; repartida en muchas personas que subimos al escenario constantemente (Ups, en el mejor de los casos (y aquí, tú te ríes y me dices perra.)).

A ti, que tanto hablabas de procesos naturales... carajo, puta muerte.

Cuando vi tu caja, con tu cuerpo adentro, no pude decirte mucho. Te dije hola. Te dije, ¡qué pedo, cabrón! y seguramente no lo hice con voz profunda. Tu disculparás, pero estaba llorando.

Hasta siempre, ¡papaciiito!!


Como siempre, quiero probar.

Tengo un nuevo Blog.
No sustituye a este. Sólo quiero partirme en dos. No, no, eso ya lo he hecho. Sólo quiero dividir los temas, si es que eso se puede.
Todavía es muy bebé, pero acá está, por su gustan:

http://ladelcabaret.wordpress.com/

Nos vemos aquí o allá.

miércoles, septiembre 08, 2010

Yo fumo.

Mañana voy a dejar de fumar. No es, ni por tantito, el mejor momento. Pero he aprendido que nunca es el mejor momento para nada.

Con un cigarro prendido y lágrimas, quiero escribir que tengo mucho miedo. No concibo la vida sin un cigarro.

En el lugar al que voy a ir para que esto ocurra, me garantizan que no volveré a fumar. No sólo me explicarán en seis horas por qué fumo, sino que al final me van a hipnotizar.

En otro momento no lo permitiría, porque tengo esa creencia de que todo tiene partir de una decisión. Ahora cambio un poco mis palabras y digo que casi todo.

Si ya vi cómo una de las personas a las que más quiero en la vida cambió sus metas, sus pensamientos, palabras, actos y deseos por un cambio en el cerebro, ¿por qué no habría yo de pagar por uno?

Estoy dispuesta a que me cambien el chip, sin importar que pueda parecer una solución en la que permanezco pasiva. Permito que me metan la mano hasta el cerebro y coloquen en él (o quiten) lo necesario para que yo entienda, o sepa, o crea, que no necesito ni quiero fumar.

Será entrar siendo una persona y salir siendo otra. Algo que creo que sólo puedo comparar con un parto o un aborto. Bueno, quizá con alguna otra cirugía.

No puedo imaginarme cómo es que una puede pasar horas en la computadora sin fumar. O tomar vino, o platicar, o festejar, o llorar, o vivir. Actividades que suelo hacer.

¿Cómo no fumar con un café después de desayunar? No lo sé.

Quiero darle las gracias con todo mi corazón… ajá, al cigarro. Porque me ha acompañado, claro que en las buenas, claro que en las malas, pero sobretodo… hasta cuando no pasa nada. CUANDO NO SOY INTERESANTE, ni guapa, ni divertida, ni inteligente… el cigarro ha estado. Él ha estado.

Deseo que mañana mi sensación de dejarlo no sea en nada parecida a una ruptura amorosa. Que no tenga nada que ver con sentir que estar cerca o recordarlo me daña y me hace llorar.

Que si un día nos encontramos en alguna fumada ocasional, sea algo delicioso, y no el antecedente de una nueva etapa de llorar con todas mis fuerzas por no tenerlo.

Y pienso… ¿qué tal que con esa hipnosis pasa algo que mágicamente termina con mis otras relaciones destructivas. Quiero decir… con esa otra relación destructiva que en años no he podido terminar. Y resulta que puedo al fin respirar, y dejar de llorar?

Acepto. Que me muevan el cerebro.

Termino este escrito llorando… y fumando.