miércoles, septiembre 08, 2010

Yo fumo.

Mañana voy a dejar de fumar. No es, ni por tantito, el mejor momento. Pero he aprendido que nunca es el mejor momento para nada.

Con un cigarro prendido y lágrimas, quiero escribir que tengo mucho miedo. No concibo la vida sin un cigarro.

En el lugar al que voy a ir para que esto ocurra, me garantizan que no volveré a fumar. No sólo me explicarán en seis horas por qué fumo, sino que al final me van a hipnotizar.

En otro momento no lo permitiría, porque tengo esa creencia de que todo tiene partir de una decisión. Ahora cambio un poco mis palabras y digo que casi todo.

Si ya vi cómo una de las personas a las que más quiero en la vida cambió sus metas, sus pensamientos, palabras, actos y deseos por un cambio en el cerebro, ¿por qué no habría yo de pagar por uno?

Estoy dispuesta a que me cambien el chip, sin importar que pueda parecer una solución en la que permanezco pasiva. Permito que me metan la mano hasta el cerebro y coloquen en él (o quiten) lo necesario para que yo entienda, o sepa, o crea, que no necesito ni quiero fumar.

Será entrar siendo una persona y salir siendo otra. Algo que creo que sólo puedo comparar con un parto o un aborto. Bueno, quizá con alguna otra cirugía.

No puedo imaginarme cómo es que una puede pasar horas en la computadora sin fumar. O tomar vino, o platicar, o festejar, o llorar, o vivir. Actividades que suelo hacer.

¿Cómo no fumar con un café después de desayunar? No lo sé.

Quiero darle las gracias con todo mi corazón… ajá, al cigarro. Porque me ha acompañado, claro que en las buenas, claro que en las malas, pero sobretodo… hasta cuando no pasa nada. CUANDO NO SOY INTERESANTE, ni guapa, ni divertida, ni inteligente… el cigarro ha estado. Él ha estado.

Deseo que mañana mi sensación de dejarlo no sea en nada parecida a una ruptura amorosa. Que no tenga nada que ver con sentir que estar cerca o recordarlo me daña y me hace llorar.

Que si un día nos encontramos en alguna fumada ocasional, sea algo delicioso, y no el antecedente de una nueva etapa de llorar con todas mis fuerzas por no tenerlo.

Y pienso… ¿qué tal que con esa hipnosis pasa algo que mágicamente termina con mis otras relaciones destructivas. Quiero decir… con esa otra relación destructiva que en años no he podido terminar. Y resulta que puedo al fin respirar, y dejar de llorar?

Acepto. Que me muevan el cerebro.

Termino este escrito llorando… y fumando.



No hay comentarios.: