domingo, enero 14, 2007

Érase que se era... (Primera parte)


Supongo que todos los que nos dedicamos a algo que nos gusta muchísimo, quisimos hacerlo desde niños.
Yo oí soplar al diablo muchas veces. Por etapas he sospechado el verdadero inicio. He pensado que sopló por primera vez cuando fui a ver a Cachirulo al Teatro. No sé cada cuándo cambiaba de obra, pero tan seguido como para que yo creyera que cada fin de semana.

También lo veía en la tele y me preguntaba cómo le habrían hecho los niños que salían en el programa para estar ahí. Vi a Sofía Álvarez como Blanca Nieves y admiré la maestría y delicadeza con la que mordía la manzana envenenada, luego perdía las fuerzas y cuando llegaba al piso, soltaba la manzana que rodaba por el suelo de una forma sublime. Y qué desesperación me daba haber visto cómo la bruja, mala pero hermosa, había preparado el engaño. Tenía tanto poder, que sólo con hacer una seña de arrojar algo, el fuego se avivaba más y más.
Y qué decir de la respetuosa y amabilísima relación que había entre su espejo y ella. Hasta se hablaban en verso: -“Oh, espejo mágico, de todos portento...contesta una cosa...contesta al momento”.- -“¿Qué quieres señora, reina y dueña mía?”- Era un caballero.
Ah, pero además tuve la oportunidad de oír cuentos de Cachirulo que fueron grabados antes de que yo naciera. Por eso pude conocer a Fanfarrón y a Escaldufa y supe que la luna hablaba como prostituta fina.

Así entre teatro, tele y discos conocí a la princesa Rocío de la Mañana, al Ogro Tragaldabas Martínez, a Tricófero, vi bailar a los “animalitos” del bosque, imaginé a la elegante y soberbia señorita que mandó a hacer las zapatillas rojas (por cierto, como a los ocho tuve unas para mi clase de ballet y me acabo de comprar otras, pero de tacón, divinas y bien putitas), conocí cuentos y personajes que ahora los niños creen que los inventó Walt Disney. Y yo lo quiero mucho, pero al César lo que es del César, y a Andersen el mérito de la Sirenita; y a Cachirulo mi recuerdo eterno por habérmelo contado.

Tuve la oportunidad de hablar con él hace unos años. Ya estaba en su silla de ruedas, muy viejito, en un café. Me acerqué teniendo cuidado de hablar muy clara y fuertemente, como hay que hablarles a algunos viejitos, y le di las gracias. Le dije que todo fue por él. Creo que me escuchó y me entendió. Ojalá.

Un día, se murió y poco tiempo antes había sacado un libro llamado “Conocencias”, que para mi situación de estudiante de actuación, era muy caro. Y me daba pena no comprarlo porque en la escuela había un cartel que decía que lo que se reuniera de la venta del libro, sería para pagar los gastos de su enfermedad. Me tuve que aguantar la pena y sólo pedir a la luna, que él bien conocía, que le ayudara a estar mejor.

Hoy, a mis treinta estoy por fin leyendo el libro y estoy enloquecida. Puedo oír la voz del señor Enrique Alonso mientras voy leyendo y me sorprendo al encontrarme con albures y groserías escritas por ese a quien conocí como Bert, en Mary Poppins; como el anciano padre de Bella, como el Diablo sonso de la pastorela.

Cuántos encuentros con Cachirulo he tenido y cuántos más quiero tener.

1 comentario:

Unknown dijo...

Woooow señora cabaretera, acabo de leer lo ke ud ha escrito de el Sr. enrique y no puedo estar mas de acuerdo con ud de ke era un Gran Sr,yo tengo casi 29 años y lo ke recuerdo mas de mi infancia es estar frente a la tv viendo cachirulo..y la envidio profundamente por ke ud tubo el privilegio de conocerlo... Es todo lo ke keria decir, Un gran saludo a ud y todos los ke 4sten a su alrededor... Atte: Vanessa