martes, febrero 03, 2009

Se avecina una tormenta.*



Hay días en los que me parece escuchar lo que mis vecinos piensan cuando me ven o me oyen pasar o vivir.

Mi relación con ellos es singular, porque no identifico sus caras (les he cerrado la puerta en la cara más de una vez, desconociendo que pretendían entrar) y sin embargo distingo sus voces, frases frecuentes, música favorita y algunas otras particularidades íntimas.

Ellos en cambio, me miran y me hablan como si lo supieran todo sobre mí, y no es hasta que me dicen algo cuando recuerdo que ya habíamos coincidido en el pasillo, el super, la calle, y que ya habíamos intercambiado un par de palabras.

El de enfrente arriba, el que golpeaba a su mujer, el que escucha heavy metal por horas, el que los jueves invita a sus amigos, el guapito pues, me busca los ojos (y otras partes) para conseguir una mirada, un saludo, o en una de esas provocar con su mirada estudiada que lo jale de la corbata y lo meta a mi casa. Pocas veces lo consigue. Quiero decir, lo de la mirada y el saludo.

Escucho cuando piensa: Hola mamita. Me desvelé por verte anoche por la ventana. Qué tarde te dormiste. ¿Estás esperando taxi? Yo también. Si quieres compartimos.

La de arriba, la que le cuando pasa la basura corre a tocarle el timbre a la de junto, la que habla fuerte y pausado y a quien le dicen “madám”, me mira asustada. Cuando se da cuenta que no le va a quedar de otra más que coincidir conmigo, abre mucho los ojos y dice: ay.

Escucho cuando piensa: Jesús bendito, acógenos en tu llaga. Lleva toda la semana sin salir a tirar la basura. Seguro que llega después de que pasa el camión.

La de junto, la que canta canciones de Barney a un volumen descomunal cuando se queda sola con su nieta, la que le reclama a su hija adolescente que le habla muy feo, si, esa…la que me rompió las mangueras de los tanques de gas y me dejó bañándome con agua fría por tres meses. Antes me saludaba diferente porque me veía siempre con la misma persona y porque llegaba a horas decentes. Ahora cada vez que tiene oportunidad me dice “es que como usted llega tan tarde…”

También escucho cuando piensa cosas como: ¿Quién la visita a esta hora? Sigue su luz prendida. ¿Va llegando? ¿Ya se va? Ay, que compre unas cortinas más gruesas ¿qué necesidad tengo de estarla viendo en chorcitos? ¿Por qué están cantando?

La del uno, que no sé dónde está su ventana y sé que la he visto algunas veces pero no la recuerdo. Y no hablo de la mamá, sino de la chamaca, que me mira y si la saludo se emociona.

Cuando la oigo pensar sólo distingo: ¿verdad que somos amigas? ¿Verdad que somos amigas? Hola, hola, hola.

Hay otra muchachita que no sé en qué departamento vive, pero tiene un novio que la visita en las escaleras. Conozco el tema. Qué ganas de decirles “pásenle y revuélquense acá, que nadie se va a enterar”.

De ella y su pensamiento sólo escucho jadeos. Pobre mujer.

Y hay más, pero no los recuerdo. A la que tengo muy presente es a la portera. Tiene nombre de portera. “Chabelita”. Me encanta que la portera se llame Chabelita.

A ella se le unifica la voz de la boca con la de la mente. Ella dice “Uy, usté ya ve cómo es”. Pero me saluda siempre amable y sonriente.

Hace unos días algunos de mis vecinos platicaban en el pasillo. Yo llegué de la calle y cada quién saludó a su modo. Sonó mi celular.

Ay, cuánta música ¿Qué dice su sonidito?

Dice, Do I look like a slut?

Buenas noches.

5 comentarios:

Hozbelya dijo...

es raro comodapretextopara recordar anecdotaspropias,,,, yvaya que devecinosyvecinas....enfin...sigo visitando y sonriendo cadavez, que cierro,,,, vuestro blog.

M.L.Rod dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
M.L.Rod dijo...

Se parecen enormemente a mis vecinos de la narvarte. Una de ellos, una anciana que vive sola (o vivía, no la he vuelto a ver) se la pasaba mirando por la ventana de su cocina que daba justo en frente a mi sala y me reclamaba que mi gato la espiaba y que escuchaba todo lo que yo hablaba por teléfono. Linda, la vecinita, pues.

Revista Intravenosa, literatura subcutánea dijo...

Es bueno seguir leyéndote.
Beso.

Revista Intravenosa, literatura subcutánea dijo...

Qué nojona.

Beso.